En la Historia de España hemos conocido personajes controvertidos y nefastos, como es el caso de Fernando VII, el Deseado. En las próximas semanas conoceremos a otro personaje de esta índole: Alejandro Lerroux.
Desde joven se hizo famoso por su carácter pendenciero, y fue juzgado y encarcelado varias veces por participar en duelos y algaradas.
Dominaba la oratoria e inflamaba a las masas con discursos demagogos y populistas, adaptando sus discursos al auditorio y sin miedo a las consecuencias. Hay muchas anécdotas al respecto, como la que dice que cuando tenía que hablar ante un auditorio obrero llevaba preparada una blusa de trabajador y se cambiaba su traje por ella antes de su actuación.
Fue fundador de Unión Republicana y fue variando su discurso y su política según iba alcanzando cotas de poder, ya que pasaría de ser un ferviente republicano anticlerical, radical y antimilitarista que participó en las manifestaciones de la Semana Trágica de 1808, a ser militante de la Conjunción Republicano-Socialista, por la que fue diputado en 1910 y obtuvo la mayoría en el Ayuntamiento de Barcelona. A partir de aquí empezó a moderar su discurso y a ser salpicado por varios casos de corrupción.
Fue partidario de participar en la 1ª Guerra Mundial de parte de los Aliados, ayudó al establecimiento de la 2ª República, donde fue ministro de Azaña en 1931, y, por fin, se apoyó en la CEDA, la confederación de derechas, para alcanzar el poder, desde donde dio marcha atrás (entre otras) a todas las reformas de carácter laicista que había defendido toda su vida, hasta que al final tuvo que abandonar el poder por varios casos de corrupción.
Entre otros episodios oscuros, está la forma en que consiguió su licenciatura en la carrera de Derecho: la consiguió en 1923 (siendo diputado) en la Universidad de La Laguna, como alumno en modalidad de matrícula libre, aprobando todas las asignaturas en un solo día.
Para comprobar su florida oratoria, es suficiente este botón de muestra:
"Jóvenes bárbaros de hoy: entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie. Romped los archivos de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para purificar la infame organización social. Penetrad en sus humildes corazones y levantad legiones de proletarios, de manera que el mundo tiemble ante sus nuevos jueces. No os detengáis ante los altares ni ante las tumbas... Luchad, matad, morid."
La Rebeldía. Barcelona, 1 de Septiembre de 1906
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